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domingo, 25 de junio de 2017

Dersu Uzala (El cazador)

   Hace unos días, los medios de comunicación aireaban que a la princesa de Asturias le gusta el cine de Akira Kurosawa, especialmente su película Dersu Uzala (El cazador) (id., 1975): aquí. Por supuesto, esta noticia alteró de inmediato a la opinión pública, que no tardó en hacer chistes sobre ella, afirmando que se trataba de una niña muy pedante (aquí). Es evidente que esta mofa se debe más a su estatus que a sus gustos, pues, si estos hubieran sido manifestados por otra niña, es probable que esta habría sido elogiada por los mismos que han despreciado a la heredera de la Corona española. Sea como fuere, aquellos que se rieron de la princesa demostraron tener la pedantería que le atribuyen a ella, puesto que consideran tan elevado el arte del japonés que solo ellos pueden gozar de él.

   Pero esta lamentable idea también responde al concepto de cine infantil que se ha instaurado hoy entre nosotros. En efecto, desde hace varios años este se ha convertido en un nuevo género, destinado sobre todo a recabar suculentas ganancias y a triunfar en el campo del merchandising. Con este propósito, pues, siempre ofrece el mismo esquema: cintas preferiblemente animadas, argumentos sencillos, personajes bobalicones y poca enjundia. No obstante, el tipo de celuloide que agrada a los niños es aquel que los trata, en su justa medida, como adultos, de manera que puedan disfrutar de él tanto como estos. Sin duda, esta es la noción que, por ejemplo, captaron Spielberg y Lucas, quienes, a través de sus respectivas sagas de Indiana Jones y La guerra de las galaxias, han sabido contentar al público de todas las edades. Este es también el paradigma que subyace tras Dersu Uzala (El cazador), un film que puede ser disfrutado tanto por pequeños como por mayores. Por este motivo, no es extraño que se trate del largometraje favorito de la princesa de Asturias.




   Un oficial del Ejército soviético y su destacamento deben cartografiar la taiga siberiana. Sin embargo, la inmensidad del territorio y la dureza de su clima conseguirán que se pierdan. Afortunadamente, conocen a Dersu Uzala, un cazador nómada que conoce la zona y que sabe cómo sobrevivir en ella. Así, tanto este último como aquellos vivirán grandes aventuras que permanecerán en el corazón de todos para siempre.  

   Seamos francos: ¿qué niño no se siente atraído por una odisea de este calibre? Porque, ¿a qué hijo no le apasiona salir con su padre a la montaña y gozar con él de una jornada al aire libre, o de una acampada con los amigos? Pues precisamente esto es lo que muestra la película que nos ocupa: la aventura que cualquier muchacho querría vivir junto a su familia y sus amistades en un bosque. Además, presenta a un guía extraordinario, el citado Dersu Uzala, que es el compañero de fatigas al que todos desearíamos tener a nuestro lado; una encarnación del amigo idóneo, que no piensa en sí mismo si antes no ha pensado en los demás y que nos instruye en los arcanos de la naturaleza con el fin de ayudarnos a sobrevivir en ella y de amarla. Yo mismo guardo entre mis recuerdos más queridos las excursiones al campo con mis padres y mis hermanos, así que ¿por qué la princesa de Asturias, que tiene la edad precisa para forjar esos mismos recuerdos con los suyos, no se va a asombrar con este film?




   Como decíamos arriba, se trata de una película que pueden disfrutar pequeños y mayores, pues está narrada con una sencillez fascinante, ya que no hay argumentos paralelos que los distraigan de la historia principal. Además, cuenta con imágenes bellísimas y sobrecogedoras de la naturaleza rusa, caracterizada por las nieves perpetuas, pero también por las umbrías arboledas y las hermosísimas puestas de sol, descritas con ternura por Kurosawa. En cierto modo, es precursora de la conocidísima El oso (Jean-Jacques Annaud, 1988) y de la reciente Hermanos del viento (Gerardo Olivares y Otmar Penker, 2015), puesto que, igual que estas, pretende divulgar mediante sus fotogramas la magnificencia de un cosmos que pasa desapercibido para nosotros.

    Pero, principalmente, es un film que versa sobre el valor más importante del ser humano: la amistad. En efecto, nosotros mismos estamos hartos de escuchar y de pronunciar frases acerca de ella que manifiestan su relevancia; recordamos con frecuencia a los amigos con los que jugábamos de niños; anhelamos un confidente que atienda nuestras penurias y aspiraciones, y soñamos constantemente con alguien que camine junto a nosotros durante la peregrinación de nuestra vida. Por eso, Dersu Uzala (El cazador) es en realidad una odisea sobre dos personas que afianzan esa intimidad y que se añoran hasta el final de sus días; un canto al verdadero desprendimiento, que es el vínculo que une a dos amigos. Así que, volviendo al inicio de este texto, ¿qué niño no se va a sentir cautivado por esta historia de raíces tan universales y de afanes tan humanos? Por eso, ¿cómo no va a ser la película favorita de la princesa de Asturias?




   La mención de Spielberg y Lucas al comienzo de este artículo no es baladí. Justamente, estos dos grandes cineastas siempre se han sentido deudores del arte de Kurosawa, que ha sabido relatar historias para niños y adultos. De este modo, cuando el japonés pasaba por su peores momentos económicos, ellos lo ayudaron mediante las respectivas producciones de Los sueños de Akira Kurosawa (id., 1990) y Kagemusha. La sombra del guerrero (id., 1980). Además, el autor de La guerra de las galaxias jamás ha negado su inspiración en La fortaleza escondida (id., 1958) a la hora de rodar la primera aventura de Luke Skywalker. Por este motivo, podemos decir que los tres componen el tándem perfecto para aseverar que el cine infantil no es el género que hoy consumimos y que, por tanto, no resulta nada extraño que sea del gusto de la princesa de Asturias.

   Así pues, desde este blog queremos animar a todos los que insultaron a doña Leonor a que se acerquen a esta obra maestra del cine de aventuras. Les animamos también a que vean otras grandes gestas de Kurosawa, como Yojimbo (El mercenario) (id., 1961) -aquí- o Los siete samuráis (id., 1954), y a que se emocionen con Vivir (Ikiru) (id., 1952) o con el final de Rashomon (id., 1950). Descubrirán que no es un director para pedantes, sino un cineasta que les puede ayudar a comprender que el séptimo arte no está reservado a unos pocos, sino a todo el mundo.




 

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