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lunes, 15 de enero de 2018

The Neon Demon

   Admito que me encanta la palabra "postureo", pues me divierte mucho la inventiva popular, que es la que la ha creado; además, reconozco que estoy muy contento, porque se trata de un término que ya forma parte de la Real Academia Española. Asimismo, creo que esta ha sabido otorgarle a dicho vocablo una definición muy acertada, que sintetiza perfectamente la idea que queremos expresar cuando recurrimos a él: "Actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción". En efecto, ¿a cuántas personas conocemos que se adhieren a una causa por simple conveniencia? O mejor aún, ¿a cuántas personas conocemos que se suman a una moda para ser aplaudidas o reconocidas por otras? Por regla general, esas personas en las que estamos pensando nunca se han caracterizado por defender la actitud por la que ahora abogan, pero, como es la tendencia actual, la acogen sin rubor alguno; por otro lado, son las mismas personas que no tienen ningún problema en abandonar dicha idea cuando esta ya no está en boca de la mayoría. En cuanto a la presunción que supone el postureo, que es la otra cara de esta definición, ¿no conocemos también a personas que adoran aparentar lo que no son por simple vanidad? Por todo ello, reitero la admiración que siento por la palabra "postureo" y además me declaro admirador incondicional de la persona, o de las personas, que le han atribuido tan acertada definición.

   Pero será mejor que vayamos al grano de este asunto, porque recientemente hemos vivido una auténtica gala del postureo en nuestros televisores. A tenor de estas palabras, bien podría referirme a cualquier programa del espectro mediático español, pero lo cierto es que esta vez estoy pensando en una entrega de premios que ha tenido lugar al otro lado del Atlántico (la tontería no se ceba solamente en nuestro país, sino que ya alcanza cotas de muy alto nivel): los Globos de Oro. En efecto, el pasado 7 de enero tuvo lugar la nueva edición de tan aclamados galardones, en los que la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood suele recompensar las películas más aclamadas del año anterior, es decir, y en este caso, de 2017. Sin embargo, y desde hace un tiempo, parece que dicha asociación ha olvidado su propósito y se ha decantado en consecuencia por la promoción de discursos políticos de moda (algo así como hace anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España durante la ceremonia de entrega de los premios Goya); de este modo, mientras que el año pasado le cedió la palabra a Meryl Streep, para que abochornase a Donald Trump,  presidente de los Estados Unidos, este año ha recurrido a Oprah Winfrey, para que exponga la presunta situación de discriminación que viven las actrices hollywoodenses (recordemos que la famosa presentadora siempre se ha vendido como una defensora de los derechos civiles de los desfavorecidos, sobre todo desde su participación en El color púrpura, de Steven Spielberg).

   Evidentemente, las reacciones a este discurso no se hicieron esperar, pues la prensa internacional lo recogió en sus primeras páginas y le atribuyó todo tipo de loas: que si fueron unas palabras valientes, que si defendió la dignidad de la mujer, que si fue histórico, que si denunció la ubicua presencia de los hombres en detrimento de la de las féminas, que si delató (implícitamente) los abusos sexuales perpetrados por Harvey Weinstein, y el largo etcétera de siempre. Aunque no entraré aquí a valorar la veracidad o la mendacidad de estas afirmaciones, sí que me gustaría destacar la oportunidad de la alocución, puesto que la misma que la pronunció no tuvo reparos en favorecer en el pasado al citado Harvey Weinstein e incluso al polémico Bill Cosby, que también está acusado de violar a varias mujeres (además, rápidamente saltaron a la palestra las voces que la tildaban, como a Meryl Streep, de encubridora de los hechos, puesto que es más que probable que conociera estos últimos); por otro lado, hace tiempo que Oprah Winfrey viene siendo enaltecida como la próxima presidenta del Gobierno americano, en clara oposición al supuesto régimen machista de Trump, por lo que sus palabras en esta edición de los Globos de Oro se han parecido más a una precampaña electoral que a un agradecimiento por el premio recibido, el Cecil B. DeMille a su carrera cinematográfica (la pobre Natalie Portman quiso subirse al carro de las reivindicaciones, pues apuntó que, al premio al mejor director del año, solo habían sido nominados cineasta varones -como si el reconocimiento dependiese del género del autor y no de la calidad del producto-; pero, como la protagonista del evento era la Winfrey y como el galardón a la mejor comedia recayó en Lady Bird, realizada por una mujer, su intervención quedó en una mera gracieta).




   Por lo que a mí respecta, esta situación que vivimos hace dos domingos me recuerda a un par de películas de similar índole: por un lado, a The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), que es la que da título a este post; por el otro, a Mulholland Drive (David Lynch, 2001), que es una de las obras maestras del autor de Twin Peaks (id., 1990-2017). A pesar de ser dos largometrajes muy parecidos en su temática, me centraré solo en el primero, ya que es probable que el segundo guste únicamente a los que somos fans incondicionales del creador de El hombre elefante (id., 1980). De esta manera, encontramos en The Neon Demon a una chica que pretende triunfar en el mundo de la moda (cámbiese esto por el sueño hollywoodense), pero que descubre que este hecho depende más de sus aptitudes sexuales que de las artísticas; afortunadamente, conoce a una chica que quiere ayudarla, pero esta, que parece ser su amiga, oculta el deseo de aprovecharse de ella, para ser la verdadera triunfadora en esta carrera hacia el éxito (cámbiese a esta aprovechada por la Winfrey que vimos en la gala de los Globos de Oro).

   Pero, si esta comparación entre el ya famoso discurso de Oprah Winfrey y el argumento de la película The Neon Demon no ha convencido todavía al lector de que hemos presenciado una gala de los Globos de Oro del postureo, déjeme que le aclare un detalle que probablemente le haya pasado desapercibido: según parece, todas las actrices invitadas al evento acordaron vestir de negro, en señal de duelo por las mujeres de Hollywood que han sido acosadas sexualmente a lo largo de la historia; sin embargo, hubo tres que rechazaron hacerlo, y tan grande ha sido el escándalo por parte de aquellas que estas últimas han tenido que pedir disculpas por su decisión (además, debemos indicar que la Asociación de la Prensa Extranjera, organizadora del acto, había prometido una beca de dos millones de dólares a las personas que se posicionaran a favor de la campaña reivindicativa #MeToo, por lo que detrás de todo parecía esconderse la sempiterna crematística). De este modo, lo que se ha vendido subrepticiamente como una gala reivindicativa de la mujer ha sido en verdad un programa de adhesión a las directrices de la lucha feminista, liderado esta vez por la famosa presentadora de televisión, que ya es candidata extraoficial a las siguientes elecciones gubernamentales norteamericanas (por supuesto, jaleada por la prensa internacional, que no esconde su desprecio a Trump y su apoyo a cualquier causa que esté de moda). Así pues, y como acontecía en la película del título, la que se ha presentado como amiga de las mujeres, solo ha pretendido aprovecharse de ellas para ganar la carrera del éxito: por tanto, ¿es o no es una gala del postureo?

   Evidentemente, y antes de ser tildado de machista, que es el insulto que ahora le lanzan a uno por expresar su opinión (junto con "racista", "xenófobo", "fascista" y "cuñao"), creo que la mujer está llamada al éxito en Hollywood (o en cualquier otro campo laboral) solo por sus cualidades artísticas y no por sus cesiones sexuales. Sin embargo, y del mismo modo, opino que esta presunta lucha reivindicativa en favor de la mujer, que se ha establecido en la farándula internacional, no le ayuda en absoluto, puesto que ve en ella un simple peldaño de ascenso en su escalada hacia el éxito pecuniario (o político, como es el diáfano caso de Oprah Winfrey); además, y actuando así, muestra a las mujeres como seres débiles que necesitan ser protegidas por entidades fuertes, ya que ellas solas son incapaces de hacerlo, es decir, todo lo contrario a lo que postulan de cara a la galería. Por otro lado, es una supuesta pugna de índole muy peligrosa, puesto que, como todo combatiente, la reivindicación feminista necesita de un oponente, que en este caso es el varón, mostrado por ella como un ser (in)humano carente de escrúpulos y ávido de sexo, algo que es irreal y que además genera mucha tensión, por lo que nunca se alcanzará esa pretendida armonía entre hombres y mujeres por la que dice que aboga (por no hablar de la nueva Inquisición feminista, mucho peor que la que supuestamente promovió la Iglesia católica en el medievo, y destinada a hundir y perseguir mediante el insulto y el menosprecio a las personas que no se suman a sus dictados).

   Llegará un día en que estas reivindicaciones peligrosas pasarán (peligrosas, por culpa de quienes las promueven y de los objetivos que buscan con ellas); pero lo harán, o bien porque todo haya vuelto a su cauce, o bien porque las mujeres se hayan dado cuenta de que las han desnaturalizado y las han enfrentado inmisericordemente al varón, que es su complemento natural en esta relación armónica a la que ambos están llamados. Mientras tanto, aún nos quedan por ver espectáculos de este tipo y falsas luchas contra la opresión de la mujer, que ostentan mendaces adalides cuya única intención estriba en el reconocimiento popular y no en la verdadera defensa de la igualdad (en Madrid, por ejemplo, el colegio "Juan Pablo II" recibe amenazas feministas por exigir que sus profesoras vistan con recato, mientras que las mismas voces exigen que las azafatas de los eventos deportivos aparezcan ante el público con más ropa -aquí; Cristina Pedroche dice que la mujer no es únicamente un cuerpo bonito, pero ella no duda en exhibir el suyo durante las campanadas de fin de año, y el Gobierno de la Autonomía patrocina bacanales que humillan a las mujeres, a la vez que promueve campañas contra su discriminación -aquí-). Sin lugar a dudas, la palabra "postureo" es la que mejor define los tiempos que hoy estamos viviendo, ya que alude a la actitud que se adopta de cara a una conveniencia o a una presunción, y, por desgracia, detrás de todo show feminista, solo es posible  hallar conveniencia y presunción.


   

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