domingo, 3 de mayo de 2020

The Mandalorian


   Reseñar una serie tras haber visto solo su primera temporada es muy arriesgado. Todos sabemos que muchas de ellas empiezan mal…, pero que después mejoran (es el caso de Gotham); o por el contrario, que empiezan bien (o muy bien)…, pero que terminan mal (o muy mal): no hará falta que os recuerde Juego de tronos, Perdidos o Vikingos… Por eso, escribir sobre The Mandalorian, que acaba de empezar, es muy temerario. Sin embargo, creo que me atreveré a hacerlo.




   Los que ya me conocéis, sabéis que siempre me he presentado como un fan acérrimo de Star Wars: para mí, ha sido una saga referencial desde mi niñez. He sido coleccionista de libros, cómics, películas, juegos, juguetes y videojuegos, pues mi amor al cine está muy vinculado a ella. Pero esa afición decayó cuando comenzó la nueva saga. Al principio, me dejé embaucar por el entusiasmo nostálgico de El despertar de la Fuerza, pero tras ver Los últimos Jedi, me di cuenta de que estas películas ya no estaban hechas para mí (de hecho, a partir de aquí comencé a aborrecer también El despertar de la Fuerza).




   Así es, gracias a dicha película, fui consciente del verdadero objetivo de la nueva saga: reescribir la original. O lo que solemos llamar ahora, un reboot. Coger los ingredientes clásicos, cocinarlos de nuevo…, pero con una sazón distinta, más acorde con los tiempos que corren. Un plato para las nuevas generaciones, pero que también guste a las anteriores. Ofrecer un menú nuevo, pero con aroma añejo. Pero los fans no queríamos disfrutar solo del aroma, sino del menú completo. Por eso me sentí estafado: me vendieron la nueva saga como el postre que siempre había querido probar…, pero era la nata rancia que les había sobrado de otros años. Me alegro por las nuevas generaciones, que ya tienen su Star Wars particular, pero ya no es la mía.




   No obstante, pude gozar otra vez de esos platos que me encandilaron en algunos productos menores de la franquicia: Rogue One, Star Wars Rebels o la última temporada de The Clone Wars (por favor, no mentéis Han Solo…). Y eso me demostró que yo soy fan de la vieja escuela. Ni mejor que los de ahora ni peor: solo de los de antes. Esos títulos, que se ambientaban en el canon clásico, hicieron mis delicias, puesto que formaban parte del universo que yo conocía: la Antigua República, la Alianza Rebelde, las Guerras Clon, etcétera. Y aunque se adaptaran estilísticamente a los gustos de ahora, seguían manteniendo viva la historia que yo conocí. Mientras que todo lo actual: los Ren, la Primera Orden, etc., se me hace muy ajeno (amén de un pastiche de lo que ya existía).




   Por suerte, The Mandalorian se acoge a ese universo clásico en el que yo me movía como pez en el agua. Evidentemente, tiene un aroma nuevo, pero respeta todo lo que los antiguos fans ya conocíamos sin escupirnos a la cara (o sin obligarnos a disfrutar únicamente de ese aroma). Y es que la serie está llena de guiños, pero innova lo justo para andar sobre terreno seguro y ampliarnos así el canon que ya conocíamos. No camina sobre terreno trillado para pisotear la senda antigua (a fin de cuentas, la nueva trilogía no es tanto un reboot cuanto un remake de las anteriores), sino que lo hace para ir conduciéndonos poco a poco a nuevas historias.




   Debo decir, por tanto, que esta primera temporada me ha gustado mucho, y que consecuentemente, espero que siga por estos derroteros en sus futuras entregas. Como el protagonista dice a lo largo de la serie una y otra vez: «Este es el camino». Así es, este es el camino: un camino que nos gusta a los fans de siempre y a los de ahora, que conjuga lo viejo (sin nostalgias desmedidas) con lo nuevo. ¡Ojalá la nueva trilogía hubiera seguido también este camino!