viernes, 30 de diciembre de 2016

La invasión de los ultracuerpos

   Cuando faltan pocas horas para que concluya 2016, es el momento de realizar un balance sobre lo que ha supuesto este año. En muchos blogs y en muchas páginas de temática cinematográfica, ya han elaborado sus listas acerca de las mejores películas que hemos podido ver en nuestro país; también han detallado cuáles han sido las que han decepcionado al público, las que han sorprendido a todos y las que más dinero han recaudado. En otros, por el contrario, se han aventurado a denominarlo como el "año que murió David Bowie" (recordemos que protagonizó títulos tan conocidos como Dentro del laberinto y La última tentación de Cristo) o, más recientemente, "el año que murió Carrie Fisher" o "el año que murió la princesa Leia". Yo no me atrevo a publicar mi propio índice, aunque sí me gustaría otorgarle un nombre: el año de los Ultracuerpos.




   Un ultracuerpo es una suerte de organismo extraterrestre que ha viajado por el espacio para hallar un planeta en el que poder asentarse. De entre todos los que ha visitado, el nuestro es el que le ofrece las condiciones idóneas para cumplir sus oscuros propósitos. Estos consisten en suplantar a los seres humanos con copias idénticas de ellos, de manera que no puedan diferenciarse unos de otros. Tal vez, la única distinción evidente sea su ataraxia, ya que un ultracuerpo es un ser sin sentimientos ni emociones. Esta característica le ayuda a construir una sociedad pacífica y ordenada, en la que no existe ningún tipo de conflicto, puesto que todos responden al adocenamiento de su propia especie. La particularidad más reconocible del ultracuerpo es su manera de propagarse: elabora el duplicado humano en el interior de una vaina vegetal, mientras la víctima duerme; al mismo tiempo, absorbe el cerebro de esta, para conservar sus recuerdos y asemejarse a ella; finalmente, cuando el proceso concluye, incinera el cuerpo de aquella y la reemplaza en su vida cotidiana. A partir de ese momento, su intención es que todos los que lo rodean duerman, para poder colocar junto a ellos una de las dichosas vainas y, así, convertirlos también en ultracuerpos.

   Los ultracuerpos que nos han invadido este año, empero, no son de origen extraterrestre, sino que son miembros de la especie humana. Sin embargo, han usado el mismo sistema de propagación que ellos, puesto que empezaron siendo unos pocos y ahora se cuentan por millares. También es complicado identificarlos, ya que son exactamente iguales que las personas que hemos conocido desde siempre. A diferencia de aquellos, no obstante, estos sí tienen emociones, pero el discurso de sus razonamientos los delata, pues todos tienen la misma opinión sobre los mismos asuntos. Su propósito, como el de los primeros ultracuerpos, es crear una nueva sociedad, en la que todos caminen por un sendero único, de manera que no exista ningún criterio discordante que altere su buen funcionamiento. De todas formas, si algo así ocurriere, tienen un medio infalible para corregirlo: el desprecio. Evidentemente, alguien que se sienta señalado por un dedo acusador, volverá de inmediato a engrosar la fila del sumiso rebaño, puesto que nadie desea el ostracismo. Los mecanismos usados hoy para llegar a esta situación no difieren mucho de los de aquellos, pues también aprovechan el aletargamiento inducido por los media para absorber el cerebro de sus víctimas.




   Es posible señalar tres materias que simplificarán la identificación de los invasores: la cultura, la religión y el género. En cuanto al primero, el ultracuerpo se declarará de acuerdo con la multiculturalidad; es decir, abogará en favor de la integración en nuestra sociedad de supuestas minorías raciales que sufren un desprecio. Para él, este sector suele ser representado, casi exclusivamente, por los que gusta denominar "musulmanes" o "árabes", como si todos los primeros fueran segundos, y viceversa. Por supuesto, aborrece la palabra "moro", ya que la considera ofensiva, pese a que, a lo largo de la historia (¡ya desde la época de los romanos!), ha sido el término usado para referirse a ellos, sin la menor connotación despectiva (evidentemente, nunca entenderá que aquellas dos palabras también pueden ser proferidas como insultos, si se usan con el timbre de voz adecuado). Además, si un musulmán trastorna su alto concepto de tolerancia, nunca se atreverá a delatarlo, puesto que puede caer en el ostracismo que arriba hemos mencionado (aquí). El insulto que lanzará si encuentra a alguien que sí lo haga será "racista", aunque también podrá recurrir a "facha". 

   Con respecto a la religión, íntimamente ligada a la cultura, el ultracuerpo se mostrará comprensivo con el islam. Para defender su actitud, argüirá excesos históricos que ha tenido el cristianismo con este, como la Reconquista y las cruzadas (más allá de estos dos, no encontrará otro atropello de esa índole); por supuesto, verá en ellos una deuda para con los fieles mahometanos, que han sido víctimas de la sangrienta cruz de Jesucristo. Por este motivo, adoptará una postura condescendiente hacia ellos, como si tuviera que pedir perdón una y otra vez por el supuesto daño que la Iglesia, España y la sociedad en general les han infligido. Se sentirá dichoso si erigen mezquitas, pero maldecirá si se construye un nuevo templo católico; verá como un refrendo de su propia tolerancia la celebración de la fiesta del cordero, pero pensará que la Semana Santa es ofensiva, y creerá que la colocación de un belén en un espacio público afrenta a los que no sean cristianos, mientras que no valorará la posible injuria que esto suponga a los que sí lo sean, que continúa siendo la mayoría de los españoles (aquí). Por supuesto, si uno camina fuera de este raíl, se enfrentará al destierro social y recibirá el apelativo de "intolerante" o de "facha".  

   Finalmente, el ultracuerpo podrá ser desvelado por su opinión acerca de la ideología de género. Es evidente que él negará su existencia, puesto que, estará tan embebido de ella, que será incapaz de reconocerla. Sin embargo, defenderá con tenacidad sus principios: hará ver que un hombre puede ser mujer si así se siente, y viceversa; además, estará de acuerdo con el adoctrinamiento de los niños en las escuelas (aquí) y con los múltiples derechos que merecen los homosexuales y los transexuales por el simple hecho de serlo (aquí). Por supuesto, una palabra disonante de este discurso, lo conducirá a calificar de "homófobo" o de "facha" a quien haya tenido la ocurrencia de pronunciarla.




   Por ahora, es fácil reconocer y engañar al ultracuerpo, puesto que uno puede disimular sus opiniones cuando se encuentra frente a él. Sin embargo, llegará el día en que resulte más complicado, puesto que creará agentes de la autoridad que defiendan su imperio de lo correcto (aquí y aquí). Por ello, es necesario que, mientras sea posible, los humanos formemos pequeños núcleos de resistencia, que impidan el aletargamiento de otros como nosotros y que despierten de su sueño a los que hayan caído en él. Estos focos deben centrarse en la familia, que es la sede de la libertad del individuo, pero debe extenderse también a los amigos más cercanos, para que no se dejen arrastrar por esta nueva sociedad.

   Sorprendentemente, a veces nos llegan mensajes desde las trincheras mediáticas, haciéndonos ver que no estamos solos en esta lucha (aquí y aquí). Esto nos debe animar a proseguir con ella, manteniéndonos fuertes contra la terrible dictadura que estamos padeciendo. Si al final lo conseguimos, 2016 no será conocido como el año de los Ultracuerpos, sino como el año de la Resistencia.




  

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