La semana pasada, recomendábamos aquí la película Fences (Denzel Washington, 2016), ya que presentaba un modelo íntegro de mujer en su rol de esposa y de madre a través del personaje de Viola Davis (aquí). Paradójicamente, hoy traemos a colación un film que parece evidenciar la figura materna, pero que en el fondo se trata de una reivindicación de la misma: Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979). Es probable que en la actualidad engrosaría el amplio listado de largometrajes de sobremesa, pero en su momento presentó un tema tan candente que consiguió llevarse el máximo galardón en la entrega de los Óscar del año de su estreno.
Ted Kramer (Dustin Hoffman) es un exitoso ejecutivo de publicidad, por lo que piensa que goza de una vida feliz. Sin embargo, el día en que le proponen un ascenso, es abandonado por su mujer (Meryl Streep), que no está satisfecha con su matrimonio. A partir de ese momento, aquel debe hacerse cargo de su hijo (Justin Henry), al que no conocía tanto como creía; por ello, se esforzará en darle una buena educación y en ser el padre que nunca fue, ya que pasaba los días embebido en su trabajo.
Como indicábamos al principio del artículo, este argumento podría ser fácilmente la historia de un drama propio de la televisión del mediodía; por supuesto, el motivo es que afronta los temas que caracterizan a esta especie de subgénero: marido absorto por su trabajo, mujer insatisfecha en el matrimonio, la sombra del divorcio que amenaza a ambos, y un largo etcétera. Sin embargo, lo cierto es que, aunque ahora estemos acostumbrados a estos asuntos, a finales de los años setenta no era común que el cine los abordase de manera tan explícita, y mucho menos bajo la perspectiva de una tragedia, que es lo que realmente detalla el film. En la actualidad, numerosos críticos acusan a la Academia de Hollywood de haber sido injusta, puesto que relegó la magistral Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) en favor de esta; pero, mientras que a la sazón la meca del cine ya había visto suficientes conflictos bélicos en la pantalla, nunca había presenciado uno tan desconocido: el que vive un matrimonio durante su divorcio.
Precisamente, como es la idea de conflicto la que aletea sobre todo el metraje de la película, esta nos presenta en sus primeras imágenes las dos figuras beligerantes: por un lado, la esposa, que desea derribar el supuesto muro matrimonial que impide su propio desarrollo; por el otro, el marido, que ha ido levantando dicho impedimento a través de su obsesión por el trabajo. Asimismo, presenta el campo de batalla sobre el que ambos mantendrán esta dura contienda: su hijo. En efecto, este padecerá los atropellos mutuos y continuos de aquellos dos, que no lo tendrán en cuenta durante su particular guerra conyugal. Sin embargo, llegado el momento, servirá de acicate para infundir el amor que ambos han perdido; en concreto, será Dustin Hoffman quien sucumba antes a él, ya que descubrirá que su felicidad no estribaba en el éxito laboral, sino en la entrega cotidiana por su retoño.
Por el contrario, y como señalábamos arriba, en este conflicto parece que sale perdiendo la esposa, ya que es presentada como el enemigo que no acepta su derrota. Sin embargo, en el fondo ha vivido la misma conversión que su marido, puesto que ha descubierto que su auténtica realización como mujer se encuentra en la maternidad. Evidentemente, no podemos negar que el director se ceba en ella, pues hace que aparezca en el metraje cuando el amor entre el padre y el hijo se ha consolidado lo suficiente, generando así un nuevo conflicto con el primero y estableciendo otra vez al segundo como eterno campo de batalla; pero creemos que esto no debe ser entendido como una recriminación, sino como un giro dramático (real) que pone sobre el tapete la necesidad de la unión familiar y, en consecuencia, la importancia de la figura materna.
Vemos, pues, que, a pesar de su antigüedad, la película sigue siendo muy actual, puesto que el número de divorcios aumenta cada año de manera preocupante. Al mismo tiempo, comprobamos que requiere un visionado atento, ya que presenta este dilema bajo una perspectiva real, que muchas veces es omitida por esos telefilmes que anteriormente citamos. En efecto, estos suelen exhibir parejas reestructuradas que viven felices en sus nuevos entornos, pero que no aluden nunca a esa guerra que los ha llevado a separarse de sus anteriores matrimonios, ni a las víctimas inocentes que han caído durante el combate: sus hijos. Por último, creemos que se trata de una rara avis en la sociedad de nuestro tiempo, porque se atreve a insinuar cierta malicia por parte de la mujer, algo que hoy sería prácticamente imposible de hacer.