Indudablemente, esta crítica llega tarde,
puesto que Ad Astra se estrenó en nuestros cines hace ya más de tres
meses. Sin embargo, no he podido resistirme a hablaros sobre ella, porque,
ahora que nos acercamos al final de año y valoramos, por tanto, las cintas que
se han estrenado, esta no se nos debe pasar por alto. El motivo es que quizás
se trate de una de las mayores apuestas cinematográficas de 2019, de un buen
exponente de la ciencia ficción contemporánea y de una de las mejores
exhortaciones caritativas de la última década. Puede que en el texto encontréis
algún que otro spoiler, por lo que,
si no habéis visto la cinta, hacedlo antes de seguir leyendo.
Ad Astra narra la vida del astronauta
Brad Pitt, que, debido a su fama, es contratado para desempeñar una misión
espacial (y especial): encontrar a su padre. Este, en efecto, partió hace mucho
tiempo para localizar vida alienígena fuera de nuestro planeta, pero se perdió
todo contacto con él cuando bordeaba las fronteras del sistema solar. Por otro
lado, la Tierra se ve azotada por esporádicas tormentas eléctricas, cuyo origen
es atribuido aquel, que estaría molesto por no haber coronado con el éxito su
empresa. De este modo, Brad Pitt no solo debe hallar a su padre, sino también
frenar sus presuntos ataques y llevarlo de vuelta a casa.
Lo primero que tenemos que saber es que
James Gray, el director de la cinta, no es un cineasta cualquiera. Así es, pues
su intención al abordar cualquier proyecto consiste siempre en presentar una
historia íntima o pequeña, pero revestida de grandiosidad. Es el caso de su
anterior obra, Z. La ciudad perdida, en la que la búsqueda de la urbe amazónica
solo servía de excusa para narrar la relación entre un padre y su hijo. La película
que nos ocupa, pues, se inserta en este estilo, puesto que toda esa
espectacularidad espacial que ostenta esconde, en el fondo, una historia muy
íntima sobre el deseo de un hijo por reencontrarse con el padre al que no
conoce.
Por tanto, la odisea que lleva a Pitt a
viajar desde la Tierra hasta los confines del sistema solar es una elocuente
metáfora de su vida interior, del camino que debe recorrer hasta alcanzar la
meta que ansía. Y, como en cualquier odisea que se precie, esta le servirá a él
para conocerse a sí mismo, para descubrir los valores eternos de la vida (la
familia, el amor, etcétera) en detrimento de los pasajeros (la fama, el éxito,
el trabajo…); para ser consciente de su propia soledad y para darle un giro espiritual
de 180° a su existencia. De alguna manera, pues, la cinta revisita la parábola
del hijo pródigo, pero, aquí, este último no tiene que marcharse de casa para
valorar el amor de su padre, sino que es este quien se aparta momentáneamente
de su lado para hacérselo ver.
Otro punto de interés que nos ofrece la
cinta es su discurso a favor de la caridad humana. Así es, pues cuando Tommy
Lee Jones espeta que ha fracasado en su propósito de encontrar vida
extraterrestre, Pitt le asegura que ha triunfado en otro propósito: demostrar
que los hombres nos necesitamos mutuamente. En efecto, si estamos solos en el
universo, ¿qué mejor pretexto que este para ayudarnos a progresar y no para
entorpecernos? En este sentido, me quedo con una frase que resume toda la trama
de la cinta: «Nos pasamos toda la vida intentando encontrar vida fuera de
nuestro planeta, pero obviamos la del que tenemos al lado». Ciertamente, puede
parecer un mero discurso humanista, pero debemos indicar que tiene un sentido
religioso muy potente, puesto que la figura de Dios sobrevuela todo el relato,
ya que no solo se encomiendan a él antes de iniciar cualquier viaje, sino que
también le rezan mediante el padre nuestro.
Sin duda, la película nos puede recordar a Interstellar,
que también ofrecía un discurso sobre el amor, aunque disfrazado de ciencia
ficción. Pero creo que el mensaje de esta es mejor, puesto que, mientras que el
film de Nolan, que es una maravilla, sí que dejaba un amargo regusto de vacío
existencial, esta deja un dulce sabor de esperanza. Como hemos dicho, pues, se
trata de un buen ejercicio de reflexión sobre el ser humano actual, que se
vuelca en cosas que no tienen importancia, pero que se aparta de las que
realmente la tienen.