Dentro de escasamente un mes celebraremos el 49º aniversario de la llegada del hombre a la luna. En efecto, un 20 de julio del año 1969, el famoso astronauta Neil Armstrong, mientras hollaba por primera vez nuestro satélite, pronunciaba la no menos famosa frase que todo el mundo conoce: "Un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad". Es indudable que con ella quería significar la importancia que revestía dicho acontecimiento para el conjunto de los seres humanos, ya que cada uno de ellos se encontraba representado en él en esos históricos instantes (¡nunca antes habíamos puesto un pie fuera de nuestro planeta!). Sin embargo, y al mismo tiempo, cuando aquel hincó en el suelo lunar la bandera norteamericana, quiso poner de relieve que Estados Unidos lideraba la hegemonía mundial por encima de los demás países y, sobre todo, por encima de su principal rival a la sazón: la Unión Soviética.
Ciertamente, hoy nadie desconoce que los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial estuvieron marcados por los dos bloques que dividieron el mundo hasta 1989: por un lado, el occidental, encabezado por los Estados Unidos y su sistema socioeconómico basado en el capitalismo; por el otro, el oriental, liderado por la citada Unión Soviética y basado en el comunismo. Tampoco es ignorado por nadie que la existencia de ambos bloques condujo a un enfrentamiento político que se denominó Guerra Fría, puesto, que, a pesar de la rivalidad que había entre los dos, ninguno de ellos tomó acciones bélicas reales contra el otro, sino que se limitaron a influir en el desarrollo social del contrario; de este modo, por ejemplo, la URSS financió y respaldó las revoluciones socialistas de los países Hispanoamericanos, mientras que los Estados Unidos procuró impedirlas mediante los sucesivos golpes de Estado militares. Así, y aunque nunca se desencadenó un nuevo conflicto internacional entre los dos bloques, lo cierto es que se generó una carrera entre ambos para demostrar cuál era superior.
Aunque la carrera más conocida (y la más lógica, dado el clima de tensión existente entre ambos bloques) sea la armamentística, la que aquí nos interesa es la espacial. En efecto, en el afán que compartían estos países por demostrar cuál era superior, la conquista del espacio por parte de uno de ellos se encontraba en la cabeza de sus prioridades. De este modo, el 21 de agosto de 1957, la Unión Soviética lanzaba su primer misil intercontinental, el "Semyorka", que conseguía alcanzar una altura suborbital y que, consecuentemente, ponía en jaque la hegemonía norteamericana; pero no solo eso, sino que ese mismo año lanzaba el "Sputnik" y hasta conseguía que un animal (en esta caso, la perra Laika) abandonase la tierra por primera vez en la historia, una efeméride que alcanzaría su colofón en 1961, cuando el astronauta Yuri Gagarin rodeaba nuestro planeta a bordo del "Vostok 1". Esto humillaba notablemente a los Estados Unidos, que quería encabezar el orden mundial, por lo que su presidente, el renombrado JFK, en un histórico discurso de septiembre de 1962, aseguró que, antes de que concluyese la década, un americano pisaría la luna (aquí). Y así fue, pues, como hemos visto, tan solo siete años después, Armstrong pronunciaría la famosa sentencia que hemos citado arriba.
Pero ¿qué pasaría si el hombre no hubiera llegado realmente a la luna?, ¿qué pasaría si todo aquello que se vio en televisión en 1969 fue solo un montaje de los Estados Unidos, destinado a sorprender al mundo entero y a reivindicar la hegemonía tecnológica que parecía haberle arrebatado la Unión Soviética? ¿Y si detrás de todo este entramado se encontrase un cineasta hollywoodense para darle más verismo a la historia? Las palabras del presidente norteamericano, y su rápida respuesta por parte de la Agencia Espacial, no hacen más que incrementar esa duda, por lo que ¿no estaremos en realidad ante uno de los mayores engaños sufridos por la humanidad? A todo esto responde el film que traemos hoy a colación: Capricornio Uno (Peter Hyams, 1978).
La película comienza en Florida, cuando un grupo de astronautas va a ser lanzado al espacio para afrontar el primer viaje tripulado a la superficie marciana. El mundo entero está expectante, porque, después de la conquista de la luna, la de Marte es un paso más en el camino de la supremacía mundial de los Estados Unidos. Como siempre, las familias de aquellos aventureros han ido a presenciar el evento, y miles de periodistas se agolpan en las salas de la NASA para retransmitir cada momento del lanzamiento. Sin embargo, tras la última conexión de los viajeros con estos últimos, unos hombres abren la escotilla del cohete e instan a aquellos al abandono de la nave, ya que van a ser trasladados a un viejo hangar, en el que rodarán su llegada al Planeta Rojo. Al principio, los astronautas se ven obligados a participar en la farsa, porque sus familias están amenazadas, pero pronto decidirán huir y delatar el engaño.
Así de elocuente es el argumento de este conocidísimo film, que agrupó todas las teorías conspirativas que sobre el particular corrían ya entre la población americana y que, además, les dio el aliento y el respaldo que necesitaban para su difusión. En efecto, casi desde el momento de la llegada del "Apolo 11" a la luna en 1969, se rumoreó que tanto esta misión espacial como las siguientes no fueron más que un montaje gubernamental para sobreponerse al empuje soviético, así como a los fracasos bélicos y políticos que estaban padeciendo los Estados Unidos: el desastre de la bahía de Cochinos, el asesinato de Martin Luther King, la Guerra de Vietnam, el asesinato de John F. Kennedy, el surgimiento contracultural de los sesenta y etcétera (incluso antes de dicho evento, ya se rumoreaba algo así, puesto que hay estudios que demuestran que comenzaron con las primeras fotografías lunares del "Apolo VIII", en diciembre de 1968). Las pruebas que aportaban para ello son conocidas por todos, pero no está de más que destaquemos las de mayor relevancia: ¿por qué la bandera estadounidense ondea en algunas fotografías y vídeos, si no hay viento en la luna?, ¿por qué todas las imágenes tomadas por los astronautas están perfectamente expuestas y enfocadas, mientras que los carretes, además, no fueron afectados por la intensa radiación cósmica que existe en nuestro satélite?, ¿por qué podemos ver sombras de objetos que no están presentes o una iluminación artificial?, ¿por qué hay rocas que aparecen marcadas con letras?, ¿por qué algunas rodadas de los vehículos parecen forzadas, creando ángulos imposibles en un paseo lunar normal? Todas estas preguntas acucian todavía el imaginario popular, que sigue sin encontrar respuesta al misterio que parece envolverlas (tanto es así que una encuesta de 1999 demostró que un alto porcentaje de norteamericanos continúa pensando que el hombre no ha pisado la luna jamás: aquí).
Con la llegada de internet, los problemas no hicieron más que agravarse, puesto que la teoría conspirativa fue divulgada por el mundo entero, dándose a conocer, así, en otros países, algo que despertó el interés de muchísima gente. Curiosamente, la reacción inicial de la NASA ante las acusaciones de fraude fue de absoluta indiferencia, aunque al final encargó en 2002 la publicación de un libro en el que se refutaran dichas afirmaciones. Por desgracia, el texto no alcanzó el éxito esperado, por lo que, durante los años sucesivos, sacó a la luz multitud de fotografías recientes del lugar del alunizaje, en donde aún se podían contemplar los restos de los módulos, la bandera norteamericana... ¡y hasta lo que parecen ser las huellas de los astronautas (aquí)! Por tanto, en 2012, fecha de publicación de dichas imágenes, la Agencia Espacial Norteamericana parecía pone fin a la eterna discusión sobre la llegada del hombre a la luna, aunque es verdad que aún se negaba a dar una explicación oficial de los errores que parecían detectarse en las fotografías de 1969, y que arriba hemos apuntado. Sin embargo, esto no hizo más que aventar las dudas: ¿por qué han esperado tanto tiempo para fotografiar nuestro satélite?, ¿quién puede demostrar que esas fotografías son reales? Unas preguntas que volvieron a encontrar su aliento en el cine de Hollywood, concretamente en el documental Habitación 237, estrenado precisamente en 2012, el año en que la NASA quería zanjar la problemática del alunizaje.
En efecto, en este interesante documental, que sigue las huellas del rodaje de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), podemos ver un intento de demostrar que la llegada del hombre a la luna no fue más que un montaje. Según sus autores, la excelencia científica que mostró el director de aquella en 2001. Una odisea del espacio (1968) animó a los directivos de la NASA a contratar sus servicios, para que engañase al mundo entero con un vídeo sobre el alunizaje (¡igual que en Capricornio Uno!); pero, aunque el cineasta aceptaría, habría dejado un rastro de delación en su adaptación del libro de Stephen King. Por ejemplo, y para empezar, el mismo título del reportaje, que hace referencia a una habitación inexistente en la novela (en esta era la 217), pero que, casualmente, alude al número de miles de millas que separan la tierra de la luna; el jersey del niño, que ostenta un flamante cohete llamado "Apolo 11"; el enmoquetado del hotel, cuyos cuadrados coinciden con la distribución de los que podemos ver en la estación de lanzamiento de Florida; el monótono texto que mecanografía Jack Torrance, que ocultaría una referencia velada al diminutivo A11, es decir, "Apolo 11" (en inglés, "All work and no play makes Jack a dull boy"); la iluminación nocturna, que usa aparentemente el mismo sistema usado por las fotografías lunares tomadas en 1969, y etcétera. Pero lo más inquietante es que Kubrick habría revelado en su película que debía mantener el secreto incluso a su esposa (en la cinta, Jack Torrance no quiere que su cónyuge mire el libro que está escribiendo), un compromiso que habría roto precisamente mediante la grabación de la misma; de este modo, y como las dudas sobre el alunizaje no hacían más que crecer, el propio Gobierno americano habría perpetrado su muerte en marzo de 1999, por temor a que confirmase todas estas. Evidentemente, no podemos demostrar estas teorías, pero resulta significativo que todavía hoy estén presentes, y que, por tanto, hagan de la llegada del hombre a la luna un gran misterio.
Como decíamos al principio, ya solo falta un mes para que conmemoremos los cuarenta y nueve años que median entre la llegada del hombre a la luna y nuestros días; el año que viene, incluso, celebraremos la media centuria, que es un dígito más redondo. Pero, a pesar de ello, vemos que las dudas sobre su veracidad continúan en vigor, puesto que hay un porcentaje creciente de personas que no creen que el hombre haya hollado nuestro satélite; incluso, consecuentemente, piensa que somos pasto de un Gobierno que nos manipula y engaña conforme a sus intereses. Las pruebas con las que este último, a través de la NASA, pretende refutar tales teorías no hacen más que avivar la duda de los curiosos, porque no terminan de ser ilustrativas; además, siempre da más sensación de sabiduría la sospecha, por lo que es preferible aceptar la postura del fraude que la de la verdad. Sea como fuere, lo cierto es que nos encontramos ante una efeméride polémica, con cuyos argumentos antagónicos nos tendremos que ver las caras durante los meses sucesivos.
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