Como sabéis, llevo tiempo sin escribir en el blog. La razón es que ahora estoy inmerso en un interesante proyecto literario que ocupa casi todo mi tiempo. Sin embargo, he recibido este artículo sobre la serie Atípico de una lectura habitual y me ha parecido oportuno traerlo a colación. Espero que lo disfrutéis:
Atípico es una serie que cuenta la vida de un adolescente de 18 años con
autismo llamado Sam Gardner (Keir Gilchrist), que quiere tener novia y ser
independiente. Mientras Sam emprende un divertido y emotivo viaje de
autodescubrimiento, el resto de su familia deberá lidiar con el cambio que
supone la mayoría de edad de Sam en sus propias vidas.
Al principio de la
serie, podemos ver a un Sam que tiene su trabajo, una familia, estudia… hasta
ahí todo normal, pero, al tener autismo, todo gira en torno a él: me parece muy
bien, pero “ámame tanto que me enseñes a vivir sin ti”. Su madre no quiere que
se haga mayor: todo lo soluciona ella y no deja que Sam resuelva sus problemas, por muy pequeños que sean (como por ejemplo calentar comida en el microondas); no deja que su hijo piense: hay que educar para que sean capaces de sobrevivir. Es cierto que contamos con que Sam tiene autismo, pero tampoco se le debe meter
en un urna, y lo que hay que hacer es darle un modelo al niño, para que lo imite,
que le dé ritmo, orden, pauta... que con el tiempo llegue a tener su propia
conciencia y que piense por sí mismo. Hay que guiarlo, claro
que sí, pero no allanarle el camino, para que no tropiece; al contrario,
acompañarlo y “pisa por donde yo piso”, para que, cuando llegue el momento, pueda
caminar solo.
Vemos cómo la actitud
del padre es más “déjalo, que ya es mayor”, frente a la actitud contraria de su
mujer, que quiere hacérselo todo y, a veces, deja de lado a su otra hija ,también
adolescente. Ella no tiene autismo, pero también necesita que vayan a verla
correr (es una gran corredora), que la apoyen en el instituto… ¡que le hagan
caso! Estos gestos suelen
ser comunes en familias donde hay un niño distinto, pero no hay que descuidar a los
demás hijos para centrarse solo en el distinto: todos deben recibir la misma
caricia y reñirles si hace falta. En definitiva, educarlos sin distinción, puesto que tienen los mismo derechos y obligaciones.
Sam tiene un amigo que
es maravilloso, se llama Zahid, y para él no es un pobrecito autista, es su AMIGO: lo aconseja, lo calma, lo ayuda, lo apoya... se necesitan el uno al otro. Un capítulo
que me gustó mucho en este sentido fue aquel en el que Zahid invitó a Sam a dormir a su casa: pasaron
una gran aventura juntos, una experiencia más para nuestro protagonista. A
medida que van pasando los capítulos, Sam va creciendo como persona y va
aflorando su YO, su identidad. En la tercera temporada (que podría estrenarse a
finales del 2019) veremos qué tal le va en la universidad. Hay cosas que aún
debe mejorar, como por ejemplo el control de sus impulsos.
A Sam le encanta los pingüinos, y
muchas veces compara su vida o la de la familia con estas simpáticas aves.
Algún día, Sam se irá del nido para hacer el suyo y criar a sus polluelos.
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