Dedicamos la última entrada de este blog a la Cuaresma, el tiempo litúrgico en el que actualmente nos encontramos (aquí). Como explicamos en ella, es el período que la Iglesia católica dedica a la oración y a la penitencia, pues conmemora el importante hecho del exilio de Jesús en el desierto, momento que podemos ver en El evangelio según san Mateo. Tal vez no sea casualidad, pues, que recientemente haya llegado a nuestras pantallas El renacido (The Revenant), film que, sin identificarse con el género religioso, aborda su temática, ya que ofrece al espectador una certera visión de lo que este tiempo litúrgico supone para el cristiano.
Efectivamente, la película que hoy nos ocupa relata grosso modo las peripecias de un aventurero que, habiendo sobrevivido al ataque de un animal, se encamina hacia su hogar; por supuesto, a lo largo de su periplo se topará con multitud de dificultades, que intentarán impedir dicho retorno, pero que él superará gracias a este anhelo. A pesar del ímprobo esfuerzo, el protagonista descubrirá que las sendas que realmente ha recorrido en su viaje son las que vertebran el interior de su espíritu, ya que este se verá abocado a un colofón que ni siquiera había previsto.
Cuando tratamos Los diez mandamientos, apuntábamos que el pueblo de Israel abandonó la esclavitud de Egipto, para encaminarse a través del desierto hacia la Tierra Prometida, donde habitaría eternamente si cumplía los preceptos de la ley divina; a la vez afirmábamos que, para restaurar los pecados cometidos por dicho pueblo a lo largo de ese tiempo, Cristo se aisló en el mismo lugar, donde fue fiel a la observancia contra la que aquel atentó. Desde ese instante, la tradición eclesiástica ha visto en el éxodo judío una imagen de la vida del propio cristiano, ya que este debe liberarse del sometimiento de su propio pecado, para dirigirse hacia la patria definitiva, que es el cielo; asimismo, y como señalamos, ve en el exilio de Jesús el ejemplo que ha de adoptar aquel en su andadura, ya que en esta aparecerán multitud de peligros a los que él deberá hacer frente.
En El renacido (The Revenant) vemos cómo también su protagonista emerge de la tumba en la que ha sido levemente inhumado, pues el pecado mata al hombre, aunque no entierra por completo su libertad; como el pueblo judío, y como cualquier cristiano, pues, abandona ese inerte estado, para alcanzar el de la vida, que solo puede ser hallado en el hogar del que salió (curiosamente, aquel cubre su desnudez con la piel del oso, que ha sido instrumento de su condena, como el cristiano anda por su sendero con la marca de la cruz, que es, a la vez, señal de pena y de triunfo). Por fortuna, no recorrerá este camino en la soledad, ya que siempre lo acompañan la idea de un padre protector, que el cristiano identifica con el Dios providente, y la imagen de un árbol fuerte que se mantiene erguido en cualquier tormenta, algo que el cristiano equipara con su propia fe, que se enraíza en lo más profundo de su alma y que arroja sus ramas al cielo con la esperanza de una vida mejor.
El cristiano sabe que esa vida mejor está al final del camino que él mismo debe recorrer con la ayuda de Dios, quien lo espera para otorgarle su abrazo misericordioso. Es posible que esta sea la verdad que el protagonista descubre en su propia aventura, pues, no obstante el haber retornado a su hogar, halla la auténtica paz cuando concede el indulto al asesino de su hijo; con este piadoso gesto, pues, no solo se desunce del yugo del odio, que corroía su espíritu, sino que obtiene su anhelado sosiego.
Como el protagonista del relato, también el cristiano combate en esta vida por alcanzar esa paz eterna que Dios le promete, pero de la que ya puede participar en este mundo si vive conforme al corazón de Jesucristo, que se caracteriza por su piedad. La Cuaresma es el tiempo propicio para recordar esta verdad, que el cristiano está llamado a vivir; por este motivo, este largometraje sirve de excelente acicate para ello.
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