Unos posts más abajo,
reflexionaba brevemente sobre la visión cristiana de la vida y el sufrimiento;
en las líneas que dediqué a La niebla, decía que el creyente
afronta ambos factores con alegría, pues su fe en Dios le produce una confianza
especial que le lleva a creer con firmeza que nunca se verá abandonado. Por
azares fílmicos, resulta que esta semana tenemos en nuestros cines Marte
(The Martian), una obra del irregular Ridley Scott (¿de verdad que aún
no ha pedido perdón por su horrible Exodus: dioses y reyes?) que aborda con
maestría este asunto, y que, por consiguiente, nos ofrece una acertadísima y
positiva visión sobre la vida y la fe que no nos puede dejar impasibles.
A continuación, spoilers.
El film nos describe el modo en que procura sobrevivir un astronauta
perdido en el Planeta Rojo, mientras que sus superiores bregan en la Tierra
intentando dilucidar qué hacer con él. Posiblemente, otro en su lugar habría
dado todo por perdido y se habría dejado morir, pero el aventurero en cuestión
determina que las áridas planicies marcianas no serán su tumba, por lo que se
las ingenia para cultivar patatas, comunicarse con la NASA y otros menesteres.
Además, cuando sus compañeros de misión descubren que este sigue con vida,
deciden acudir en su rescate, desacatando el mandato del centro espacial que
coordina todos sus movimientos.
Una escena del metraje aterroriza a los que quieren ver ataques al
cristianismo en todas partes, pues el gran Matt Damon destroza un crucifijo
para proporcionarse con su madera un fuego que le ayudará a sobrevivir; sin
embargo, aquellos tales olvidan que, tras resolverse a ello, le espeta al
Cristo que pende de él que confía en su auxilio. A partir de aquí, pues, da
comienzo esa odisea que lleva a aquel a encarar toda dificultad con tal de
continuar vivo, y aunque la presencia de Dios solamente se sugiere en
determinados momentos, la citada escena nos recuerda que es su fe en Él la que
lo está impulsando.
Como ocurre en la vida ordinaria, muchos se oponen a mantener vivo al
que ya se da por muerto, pero el espíritu de lucha y el horizonte de triunfo
del interfecto hacen que todos se contagien y que quieran prestarle su ayuda y
su oración. Eso ocurre en la Tierra cuando la humanidad descubre que aquel
continúa con vida, y la ilusión por rescatar al que se creía perdido logra que
se aúnen incluso países enemigos, como China y Estados Unidos. De este modo, el
valiente astronauta se convierte para todos los hombres en un verdadero signo
de esperanza, que les hace ver a todos que merece la pena vivir, aunque muchas
veces la propia biografía se convierta en nuestro peor adversario.
Es probable que el cineasta haya impreso este tinte ilusionante en su
obra por la muerte de su hermano, el cual resolvió suicidarse al encontrar
insoportable la enfermedad que lo atenazaba desde hacía años; tal vez haya
querido gritarle póstumamente que vivir es la gran aventura de todo hombre, y
que uno nunca debe perder la esperanza ante las dificultades que se le vayan
presentando. Como decíamos al principio en relación a otro film, en el que el
protagonista asesinaba a sus amigos para impedirles el sufrimiento, aquí el
cine vuelve a enseñarnos que siempre hay una salida para el que tiene fe y mantiene
viva su esperanza.
Da gusto leerle...gracias!!
ResponderEliminarGracias por sus críticas, aunque las pelis no sean recientes, muchos las buscamos para saber, como cristianos, qué ver y qué no en Netflix o Amazon.
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